lunes, 27 de septiembre de 2010

un paseo por el mercado de San Antonio



    







   Sábado por la mañana. Despiértate. Dúchate. Desayuna, no mejor no, no tienes hambre. Vístete, agarra tu cámara sin comprobar si la batería está cargada, y sal corriendo de tu casa porque llegas tarde. Llegas tarde al mercado de San Antonio, y hoy tendrás un día duro, un día raro.
  Estás, pero no estás. A penas as dormido y haber salido tan rápido de casa te ha mareado. Siéntate un segundo y descansa. Aprovecha para observar, analízalo todo. La gente, los puestos, los productos, las líneas, la sencillez, el encuadre y los tercios.
  Al menos as tenido suerte en algo, la batería de tu cámara sigue viva. Seguramente tu ojo siga vago todavía, así como tu dedo a la hora de apretar el botón. Pero tranquilo, no todo iba a ser coser y cantar. Al fin y al cabo uno no aprende a andar en bici sin dejarse las rodillas y las palmas de las manos en el intento.
  La gente te impone, y tu cámara a ellos. La situación seguro que es incomoda al principio, pero te irás soltando, acabarás aislándote del resto, y serás capaz de conseguir alguna foto decente.

  Ahora recoge, revisa tus fotos y despídete de tus compañeros. Trabajo completado. No, seguramente no será tu mejor día, ni tus mejores fotos; pero levanta la cabeza porque esto va a mejorar y lo sabes.

el árbol frente a mi casa

  Despertar en Pamplona es duro. Las ocho de la mañana, el frío me agarrota los músculos, no quiero ni pensar en la larga lista de clases a las que debo asistir y todavía ni si quiera ha amanecido. Parece que mi propio cuerpo pesa más a estas horas, que cada día anterior pasa factura y que, sin duda, el día me iría mejor si me quedara metido en la cama.
  Después de varios intentos fallidos y quince retrasos de la alarma de mi cascado móvil consigo, de algún modo, anclar mi pie derecho (siempre el derecho) en el parqué. Una vez más, frío. Vuelvo a pensar que debería comprar una alfombra.
  Me acerco a la ventana para poder ver el termómetro de la farmacia. Diez grados, tenía razón, frío. Y como cada día, mientras me giro para coger la toalla y dirigirme hacia la ducha, veo los árboles frente a mi casa. Esos si que tienen que estar muertos de frío.
  Creoe que el pequeño arbolillo del medio tendrá un día tan duro como el mío. No parece que los enormes árboles de su alrededor tengan ninguna intención de dejarle captar algún rayo de luz. 
  Hoy debería hacer la práctica aquella... La de fotoperiodismo... Fotografiar un árbol... Escribir...
¿pero que árbol es éste?
  Da lo mismo, es el árbol frente a mi casa, creo que le dedicaré mi primera página del blog.